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Hace casi 4 años…

Yo no quería tener hijos. O tal vez sí. En realidad era algo que sabía que al final desearía pero nunca estuvo en mis planes más inmediatos, como sí lo estuvieron otras cosas. Quería volar, viajar, alcanzar muchas metas -las cercanas, las del medio y las más lejanas-. Todo lo habido y por haber quería. Todo, menos formar una familia, no al menos a corto plazo: “para tal responsabilidad hay que estar más que preparado, ser mínimamente estable económicamente, ser fuerte, dejar a un lado los sueños, los planes, olvidarse de vivir el presente y tener la mente en el futuro”…. Todo eso creía yo que era ser mamá, algo así como renunciar ¡para qué engañarnos!. Sin embargo un día, allá por 2010 todas esas prioridades, sueños y metas cambiaron de golpe. Después de años de seguimiento y tratamiento llego el NO, el tan temido NO. Y ¿no os ha pasado que cuando os dicen que no podréis conseguir o tener algo es cuando más lo anheláis?. A mí me dijeron que me olvidara de ser mamá -mamá biológica, digo- y fue entonces cuando me asaltaron los porqués: por qué yo no puedo, por qué he esperado, por qué a mí… Esas cosas que nos preguntamos cuando no vemos la salida sin darnos cuenta de que hay otras soluciones. Entre preguntas sin respuesta, altibajos y noches en vela, mientras el proceso médico seguía su curso, nos pusimos a barajar esas otras posibilidades de dar amor, que son muchas y necesarias. Pero pese a todo pronóstico, el resultado de la cirugía salió perfecto, algo que ni los mismos médicos podían imaginar (a veces la ciencia es caprichosa para bien). Tampoco yo lo creía. Tardé meses en hacerme a la idea de que ese 99% de negatividad se había convertido en un porcentaje positivo. Era hora de intentarlo, de buscarte.

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                                     [Foto realizada por el abu hace 4 años 🙂 ]

Y aquí estamos. Hace casi 4 años conocí a mi persona favorita, la que me enseñó que sí hay cosas y sentimientos eternos, la que dio sentido a la palabra ‘SIEMPRE’. Hace casi 4 años llegaste a nuestras vidas, a la mía, y contigo todo lo bueno que ni siquiera podía llegar a imaginar. A tu lado he aprendido que ser mamá conlleva una renuncia que asumo gustosa: la de dormir poco o nada, reducir el tiempo de descanso, limitar los momentos de soledad -soy de esas personas a las que les gusta estar sola de vez en cuando, qué le vamos a hacer-, asustarme por casi todo… Pero aunque sarna con gusto no pica también contigo he sido testigo de otra realidad que afecta a las mujeres, algo que ha sido así desde el inicio de los tiempos y que por desgracia avanza a pasos de tortuga. Es algo injusto y que no imponéis vosotros, los hijos. Hablo de la renuncia de las mamás a la vida laboral, a medrar, a seguir creciendo profesionalmente … No es obligatorio, claro, pero hoy en día si eres madre y quieres ejercer como tal el tiempo necesario para tus hijos y para ti…la cosa se complica, al menos si trabajas para ‘alguien’.

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                              [SIEMPRE, qué gran palabra y qué gran suerte la mía]

Y he aquí el problema, ya que si decides trabajar por cuenta propia-montar un negocio- tampoco encuentras el apoyo necesario ni suficiente. Así que hoy, a casi 4 años de tu nacimiento, con un nuevo camino por delante y después de habérmelo pensado mucho he de decir que sinceramente, me da igual quién gobierne este país, no me gustan las siglas ni los colores y llegados a este punto la palabra de quien ostenta el poder vale muy poco para mí; el trabajo y las metas profesionales cambian de posición en la lista de prioridades en el momento en el que tienes un hijo, es así para todas aquellas que somos y nos sentimos madres (también para los padres, pero hablo desde mi posición), sin embargo el hecho de renunciar es algo que no elegimos y a lo que no queremos hacer frente, al menos yo no estoy dispuesta, ‘yo no renuncio’. No es ningún secreto que en este nuestro país una mujer lo tiene muy complicado si quiere -¿cómo es eso tan de moda? ¡Ah, sí!-: CONCILIAR, o lo que es lo mismo sentirse completa, ver crecer a sus hijos al tiempo de seguir disfrutando de su trabajo y haciendo prosperar a su país.

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Así que sólo espero, señores gobernantes, que cuando mi hija sea madre (si quiere) no tenga que renunciar a seguir creciendo como profesional, que no sea necesario pedir una reducción de jornada, con su correspondiente reducción de salario, para poder ver y criar a sus hijos, que los horarios y las jornadas continuas están establecidas en otros países y FUNCIONAN, que la baja por maternidad deje de ser ridícula, que mi hija o mi hijo, o los hijos de mi hermana, de mis amigos, de mis vecinos,… que los hijos de los españoles no tengan que dejar su país buscando un empleo y una vida que sus gobernantes son incapaces de darles.

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                 [Con un poquito más de ‘LOVE’ lo mismo cambiaba la cosa]

Ahora somos nosotros los que empaquetamos nuestra vida y nuestros recuerdos -otra vez-, y de nuevo hacemos las maletas llenas también de ilusión y optimismo. Ahora somos nosotros quienes dejamos el barco, jóvenes formados gracias al esfuerzo de padres y madres que nos convencieron de que estudiando tendríamos un futuro. Y precisamente gracias a nuestros padres y madres hoy vamos en busca del mismo, aunque sea lejos de nuestro país y de nuestra gente, porque ellos nos ofrecieron las herramientas necesarias para conseguirlo. No importa la distancia, no se nos caen los anillos y no es un lamento, de hecho nosotros tenemos suerte.

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        [«Si quiero me voy pero si me apetece quedarme… ¿qué hacemos?»]

Pero señores gobernantes, hace casi 4 años que soy madre y no quiero que la historia se repita, no quiero que mis hijos tengan que hacer las maletas, no al menos si no es lo que desean, que lo hagan si quieren pero no porque no tengan otra opción. Así que, señores gobernantes, sean del partido que sean -ya les digo yo que eso me da igual-, hagan lo que tienen que hacer, gobiernen y dirijan el barco a buen puerto. ¡Y ojo! Háganlo rápido porque este país que tanto queremos se nos hace viejo.

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   [El camino hay que saborearlo aunque haya sentimientos encontrados]

Y dicho esto, gracias a mi persona favorita hace casi 4 años que tengo -tenemos- más sueños, más ilusiones, más ganas y menos metas, porque Vita via est; la vida es un camino y hay que disfrutar de cada paso, poco a poco, sin prisas por llegar a ninguna parte. Si antes era capaz de todo puedo asegurar que ahora no hay quien me pare, porque soy mamá -la vuestra- y, ¡madres del mundo!, a nosotras no hay quien nos pueda 🙂

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                                                [Hace casi 4 años…]

Yo era de las que por voluntad propia no quería tener hijos y ahora no concibo mi vida sin ellos. Me sentía satisfecha antes y me siento feliz ahora. Sólo hay una cosa que cambia y es que sobre mis principios, mis sueños, mis retos o mi vida está la suya, la de los dos. Y es cierto, ¡vaya responsabilidad! Da vértigo, para qué negarlo, pero por eso soy más capaz y tengo menos miedo (y más, según el momento y la circunstancia) porque no importa lo que pase o el tiempo que pase, por ellos todo irá bien, SIEMPRE.

Hace casi cuatro años que lo cambiaste todo, que lo pusiste del derecho, que le diste un nuevo sentido a la vida y me enseñaste el camino…y hoy no encuentro mejor motivo para volver a escribir.

Las chicas son guerreras

Princesas, sí, pero guerreras. Al menos así somos las chicas en esta casa. La mamá lo ha sido siempre y la pequeña vikinga ha tenido a bien heredarlo, y digo a bien porque le va a hacer falta en la vida. Que no se me entienda mal, o a ver si puedo explicarme mejor: guerrera no como sinónimo de ‘peleona’, más bien de fuerte, valiente, terca también a veces pero a sabiendas de que si quiere puede y podrá. Y yo lo único que espero es que quiera lo que quiera, luche por lo que luche, que lo haga convencida de que será su felicidad. Y si no lo es, a otra cosa mariposa. Ojalá adquieran, tanto ella como él, esa capacidad que pocos poseen y yo envidio.

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El párrafo, un poco ñoño, me sirve para introducir este post que llega un poco tarde como inauguración del 2016. Tres meses sin contaros nada son muchos meses, y no por falta de temas, que es lo peor; más bien por todo lo contrario. Sin embargo, han sido y son tantas las situaciones vividas que no sabría por dónde empezar. Aún hay ideas intentando organizarse en mi cabeza así que, hasta que el tetris de pensamientos no esté en su sitio, prefiero no tocar nada… Ahora mismo todo es un poco caos!!

Los planes con los que empiezo este año son los mismos que me acompañaban en la despedida al 2015. 365 días que nos regalaron a nuestro pequeño León y muchos momentos únicos, tanto buenos como regulares.

Por eso, mi propósito para este 2016 es volver a tomar conciencia de quién soy. No es que no lo sepa sino que pocas veces me dedico tiempo, y últimamente me he perdido un poco. Es algo que nos pasa a casi todos y todas, nos preocupamos tanto y tan a menudo por lo que ocurre a nuestro alrededor que nos dejamos ir. Dos veces en mi vida he tenido pleno conocimiento de mi ser, de mi persona y de mis anhelos. Conocimiento de lo que quiero y de lo que ando persiguiendo, eso a lo que no llego jamás porque me empeño en lo que la vida, la sociedad, la cultura  o yo misma a veces he creído que era lo mejor. Y tal vez lo haya sido, pero ¿era lo que quería? La segunda de esas veces en la que me encontré conmigo misma, de frente y sin máscaras, fue gracias al yoga y la meditación. No tengo aquí a Sandra para ponerme las pilas pero prometo empezar a remediarlo 🙂

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Debería ser el momento de poner en práctica eso que espero que hagan mis hijos el resto de sus vidas: ser felices consigo mismos. Así que el mejor momento para coger aire profundo y emprender nuevas ideas es ahora, porque además el tiempo para llevarlo a cabo se me ha planteado así, solito, sin que haya tenido que hacer nada. Vamos pues a cambiar el rumbo, que no la compañía. Cambios pequeñitos, que darse un gusto de vez en cuando no hace daño. Podríamos establecer un décalogo de buenas intenciones para con nosotros mismos en este 2016. El mío sería algo así:

1.Recuperar los buenos hábitos adquiridos en el frío y precioso norte de Europa. Desayunar bien no puede ser una excepción, tendrá que convertirse en la norma número 1 de cada día. Y si además de rico es bonito, mejor que mejor.

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2.En mi agenda, a partir de ahora, habrá tiempo para más paseos, más aire puro, más escritos, más lecturas, más dejar volar a los pensamientos y caminar a los pies.

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3.Rodearme de cosas bonitas y bien hechas, inspiradoras. Norma obligatoria porque ¡cómo cambia la historia cuando al mirar a tu alrededor todo está hecho con gusto! Olé por los rincones con encanto.

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4. No agobiarme más de la cuenta cuando las cosas no salgan como pensaba. Y sobre todo, no descargar la furia contra quien nos coge de la mano cada día y camina a nuestro lado.

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5. Importante. Más susurros y menos gritos, más paciencia y menos prisas. Más abrazos, más canciones, más música, más silencios y menos palabras vacías. Porque la suerte también depende de cómo afrontemos la vida. Y ellos serán mañana como somos nosotros ahora.

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6.Fundamental, más calidad en el tiempo que pasamos juntos y más tiempo que pasar en familia.

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7. Levantarse y acostarse SIEMPRE con una sonrisa. Hay motivos más que suficientes.

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8.Menos retos y menos metas. Tomarse con calma los días. Es difícil estar a merced de ‘lo que venga’, y aunque hay que seguir trabajando para conseguir una correspondencia entre ‘lo que venga’ y ‘lo que queremos conseguir’, prometo intentar abrazar los cambios con menos angustia y con más calma. Nunca con resignación. Pero asumir que no todo está en nuestras manos y que no tenemos el control, seguro me hará más libre. Porque no todo puede ser como pensábamos que sería, muy probablemente sea aún mejor. El truco está en no dejar de caminar, por donde sea y como sea, seguir adelante y disfrutar de cada paso.

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9.Si no se puede llevar el timón, lo mejor es dejar las melenas al viento e ir donde nos lleve el destino…

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10.Sea donde sea, sea como sea… juntos es mejor. Bienvenido 2016. Aquí estamos, para lo que gustes.

Lo dicho, son buenas intenciones 😉 Ahora a ponerlo en práctica. Os iré contando!!!

Besos!

Vencer los miedos. ¡Qué a gusto se está en casa!

Esta semana mi entrada en el blog iba a tratar sobre otro tema distinto al que me dispongo a relataros pero… la actualidad manda, ya se sabe, será de formación profesional 😉  Después de seis meses en Copenhague, tras haber perdido y recuperado mi anillo de casada en mitad de un parque, de que me robaran la cartera por primera vez en mi vida y también por vez primera alguien se tomase la molestia de ir hasta mi casa a devolvérmela (después de haberla encontrado quién sabe dónde, sin el efectivo claro, pero con todo lo demás…. ), de perder la llave comunitaria del edificio y encontrarla horas después en el mismo lugar,… ha ocurrido lo que temía desde que llegamos a esta preciosa casa, cuarto piso con un antiquísimo ascensor. Sí, ¡me he quedado encerrada! Sola en un espacio de 1×1 metro aproximadamente. Y menos mal que ha sido sola… 50 minutos que se han hecho muy largos, ¡¡larguísimos!!.

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«¿Hacer fotos en momentos de tensión?» Lo dicho, de formación profesional …

Y es que, pocos lo saben, pero sufro claustrofobia desde que era niña. Incluso aquellos que bien me conocen tal vez no sepan de mi fobia porque siempre he sido de esas personas que prefieren no contar demasiado sobre los miedos personales. Llamadme rara, pero así es. Sin embargo, esta anécdota me hace reconocerlo. Hoy es el momento.

El motivo de este temor o el inicio del mismo no sé exactamente de dónde proviene, así que estará en mi subconsciente. Tan sólo recuerdo una vez, en el edificio de mi abuela, subiendo al noveno piso, quedar encerrada con más gente. Tuvieron que sacarnos… No tengo muchos datos en mi cabeza, quizás era demasiado pequeña pero debe ser que me marcó.

En fin, que los pocos que saben de mi fobia, y cómo he temido siempre a estas máquinas, pueden deducir cómo he pasado estos momentos El caso es que me propuse, al llegar aquí, subir y bajar escaleras a diario, pero con el carrito a veces, la enana la mayoría, y el crecimiento avanzado del nuevo miembro de la familia al que le quedan aproximadamente tres meses y medio para estar entre nosotros… ese propósito de hacer ejercicio subiendo y bajando peldaños pronto pasó a mejor vida («no será para tanto tu fobia», pensarán algunos. Y debe ser cierto, diría yo….)

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Cinco plantas como ésta, dos o tres veces al día, me hizo replantear las cosas en su momento…

El caso es que he conseguido salir del ascensor con mi inglés, hablando con la operadora de la central de ayuda y sin perder los nervios en exceso, y eso que pensaba que no sería capaz.

Lo admito. Me he llegado a marear. Pero he dejado de pensar en mí. Tenía que recoger a Vega de la guarde, y estaban a punto de cerrar. Y también está el pequeño…, así que no, no podía perder los nervios.

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‘Hjaelp’ El milagroso botón

Sólo un vecino ha subido a hablar conmigo, y eso porque lo abordé con «Help meeeeeeeeeeeeeeeee» cuando lo oía salir de casa. El caso es que (de esto me he enterado a posteriori, conste) una de las normas del edificio es esperar a que venga el técnico a sacarte y no molestar al personal. Cosa que me he pasado por alto con mis reiterados grititos de «help me, help me». ¡Qué ridícula me siento ahora! ¡Menos mal que no ha salido nadie! Al fin y al cabo, sólo era un ascensor 😦

Pero, «y si esto en lugar de con seis meses y medio de embarazo me llega a ocurrir a los ocho, o nueve, o…Y si me pusiera de parto??? ¿Y si se cae el ascensor? ¿Y si cierra la guardería y Vega se queda allí sola esperando a que mamá llegue a buscarla?, y si…, y si…, y…» . Pues sí, todas esas tonterías, o no, ha pensado mi cabecita en 50 minutos. Ha sido inevitable. Así que he vuelto a llamar a la central y he presionado hablando de mi estado. Ha surtido efecto 🙂 Diez minutos desde la segunda llamada y ya había un técnico en la puerta que me ha sacado en un santiamén.

Pero lo que sin duda ha conseguido no sacarme de mis casillas en esos 50 minutos ha sido el poder de las nuevas tecnologías. Menos mal que mi móvil tenía cobertura y que pude contactar con Álvaro, que llegó a verme a través de la ventanilla del ascensor y pudo ir corriendo a por la pequeña. Y cómo no, las súper mamás de mi ‘Círculo de Maternidad’ danés que estuvieron al pie del cañón haciéndome pensar en otras cosas, mucho más divertidas, y dando ánimos 🙂 Una vez en casa, al releer la conversación de whatsapp no podía dejar de reír. Porque de cada situación, mala o buena, se saca algo positivo. ¡Gracias chicas!

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¡Qué distinto se ve todo una vez fuera!

Una vez fuera, me despedí rápido del técnico y fui a dar el encuentro a mi pareja preferida 🙂 Eso sí, mientras ellos tienen claro que lo de hacer piernas lo dejan para la bici…

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Yo he decidido plantearme un nuevo propósito para este 2015: volver a las escaleras. ¡A ver cuánto me dura el intento!

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¡Hasta la próxima! Que será pronto 😉

Los colores de Octubre…

El otoño en Copenhague nos está dejando momentos e imágenes para recordar. Por fortuna estamos disfrutando de una semana en la que el cielo blanco nos ha dado una tregua y ha vuelto a lucir el sol. Las temperaturas son bajas y se nota el frío del Norte, pero el tiempo se está portando bien y eso nos anima. ¡Desde luego no es lo mismo salir a la calle cuando brilla el sol que hacerlo bajo un cielo blanco espeso que parece estar a punto de engullirnos en una niebla eterna!, así que con luz es cuando más nos apetece salir porque todo es más cálido, más bonito… o al menos para mí. Pero claro, no podemos limitarnos a parar nuestra rutina cuando el tiempo se tuerce así que haga frío, llueva o truene hay que seguir planeando cosas.

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En cualquier momento las nubes dan paso al sol

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El último fin de semana de octubre hizo malo, mejor dicho… regular, pero decidimos salir a la calle.Teníamos pendiente conocer el ‘mercado de cristal’ que hay junto a la parada de metro de Nørreport. Su nombre es Torvehallerne. Yo había estado desayunando allí una mañana pero Álvaro aún no lo conocía. Es un lugar que nos ha encantado a los dos, de hecho ya hemos repetido. Tiene dos espacios diferenciados, uno dedicado más a repostería y cafés y otro a picar algo con mucho gusto. Además, encuentras pescadería, charcutería con gran variedad de productos -incluidos nuestros jamones- y chocolaterías. La primera vez nos decantamos por comprar unos bocadillos y tomarlos en una de las mesas del exterior. Junto a ellas hay una especie de hogueras que encienden cuando llega el frío de verdad. La pequeña se había quedado dormida en su guarida así que no pudimos pasear por el interior del mercado.

Fachada principal del 'mercado de cristal'
Fachada principal del ‘mercado de cristal’

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Primera visita a Torvehallerne
Primera visita a Torvehallerne

En el centro de la plaza , entre las dos cubiertas de cristal, hay algunos puestos al aire libre donde vuelven a verse los colores del otoño 🙂 Jamás habíamos visto unos pomelos como los que allí encontramos, del tamaño de un melón.

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Puestos variados en el exterior de la plaza
Puestos variados en el exterior de la plaza

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Almendras garrapiñadas y demás manjares. Conozco a alguien que no se podría resistir 🙂
La segunda vez que decidimos tomar algo en Torvehallerne, habíamos llegado al centro caminando después de nuestra clase de Yoga en Familia (clase que terminé practicando sólo yo, padre e hija decidieron que nada de ejercicio esa mañana de domingo).

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Vega se quedó dormida pero esta vez en su cochecito así que aprovechamos para sentarnos en una de las pequeñas tascas con encanto de este lugar. Se llama Le Petit y es francesa. Con unas mesas altas y taburetes, pedimos un plato de quesos variados para dos y el sandwich de la casa. Todo el mundo lo pedía así que no quisimos quedarnos con la curiosidad, y menos mal porque estaba exquisito. Todo acompañado por un Cabernet Sauvignon para Álvaro y agua para mí 😦 Pero fue una magnífica comida. Eso sí, no pudimos evitar acordarnos de la taberna Casa Enrique, en la Acera del Darro, de Granada. ¡Cuántos buenos momentos! Un lugar sin duda mágico al que no podéis dejar de ir siempre que estéis en la ciudad nazarí.¡Y no olvidéis pedir un plato de mojama con tomate natural!.

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Le Petite, gran sitio
Le Petit, gran sitio

Y es que el Otoño está siendo muy bonito. Es estupendo poder disfrutar de cada estación del año – sé que ya lo he dicho en algún post anterior pero es que es la realidad-. Sin ir más lejos, hace unos días, en el jardín trasero de casa, Vega descubrió: “champiñones, mamá”, dijo, y no iba desencaminada 😉 Las setas aparecieron hace ya algunas semanas. La enana se sorprendió, y yo también, siendo honesta. Hasta el momento habíamos visto alguna seta aislada en España, y bastante más entrado el otoño. Nunca esta imagen preciosa…

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La setas aparecieron en el jardín de casa
La setas aparecieron en el jardín de casa

Las hojas de los árboles han cubierto las calles, los parques y las carreteras y cuando sopla el viento es un bonito espectáculo verlas volar, de hecho Vega no se cansa de decir que le encanta el viento porque las hojas caen y su pelo se mueve. Ella es sin duda quien hace aún más especiales estos momentos. Las hojas que aún quedan en las copas de los árboles tienen distintos colores y formas, sería necesario llevar la cámara de fotos encima para no perder detalle.

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Imágenes de un otoño diferente :)
Imágenes de un otoño diferente 🙂

Los pequeños aprenden a diferenciar las estaciones por lo que ven a su alrededor y por cómo se lo explicamos en casa y en la escuela. En la Vuggestue hacen continuamente trabajos manuales. Uno de los más recientes consistía en salir al parque y buscar hojas bonitas para hacer un mural. Este fue el maravilloso resultado de la peque que, orgullosa de su hazaña, me mostró su trabajo colgado en una de las paredes del centro. Allí sigue, y cada mañana nos paramos a verlo.

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Su gran obra de arte. Sólo una de ellas…

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Otra de nuestras salidas, cuando el cielo aún estaba cubierto, fue al Museo Nacional o Nationalmuseet, pero tendremos que repetir porque no pasamos de la zona de museo para niños. Es genial, nos divertimos mucho porque es muy práctico, el niño aprende formando parte de la historia. Hay un barco vikingo en el que la pequeña lo pasó en grande, pueden probarse los ropajes de distintas épocas -tanto pequeños como grandes :)-, jugar en la tahona, subir a caballo, preparar las comidas típicas o pelear espada y escudo en mano.

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Disfrutando como niños, todos, en el Nationalmuseet de Copenhague
Disfrutamos como niños en el Nationalmuseet de Copenhague

Fue una bonita experiencia que, como digo, habrá que repetir. La diversión de la jornada continuó en el exterior del Museo donde los charcos se convirtieron de nuevo en los mejores amigos de Vega.

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Nunca sabes dónde puede estar lo más divertido
Nunca sabes dónde puede estar lo más divertido de la jornada

Y de repente, a la mañana siguiente salió el sol y no tardamos en lanzarnos a la calle. Eso sí, un frío que pela y se hace de noche a las cinco y poco de la tarde. Pero como se trataba de aprovechar el día, nos dirigimos a un lago que tenemos cerca de casa. Allí, a la orilla nos sentamos en un banco y contemplamos las vistas. En mitad de la ciudad encontrar tesoros como éste, ¡es una gozada!. Parece que estás en otro lugar, mucho más lejos, y a tan sólo diez minutos se encuentra tu casa.

Una manta siempre a mano, viene bien ;)
Una manta siempre a mano, viene bien 😉

Pero como tener a Vega sentada contemplando las vistas no es algo que pueda alargarse mucho (y hacía un frío terrible con la brisa que venía del agua), nos dirijimos un poco más adelante en busca de un parque infantil. Y ¡Voilà!, ahí estaba. Éste nos ha gustado mucho, en mitad del campo, un lugar en el que los niños desarrollan habilidades físicas porque el equilibrio es fundamental para poder disfrutar de las cuerdas, columpios y especie de tirolinas que encontramos allí.

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La ruta de los parques infantiles... Algún día en el Blog :)
La ruta de los parques   infantiles. Algún día en el Blog:)

Y cómo cambia el ánimo, amig@s!! Desde entonces llevamos una estupenda semana de solecito, de una luz muy especial, de cafés y paseos conjuntos, de parques por las tardes…Octubre ha finalizado dejándonos un estupendo sabor de boca, y así ha comenzado Noviembre… lanzando buenos deseos al cielo para nuestros seres queridos, en la Noche de los Difuntos.

Parece que el trineo, de momento, tendrá que esperar. Buena semana 🙂

Buscando formas en las nubes…

Hola de nuevo!!

¿Os parece si hoy hablamos de nubes? Tranquilidad, ¡que no cunda el pánico!. No me he vuelto loca -todavía-. Hablamos de nubes, sí, pero no sobre su posible olor o color, como mucho intentaremos buscarles forma. Puede parecer extraño, pero lo cierto es que si hay algo que no ha dejado de llamarme la atención desde que llegamos a nuestro nuevo hogar ha sido su cielo. Y si hace unos meses lo hacía por la inmensidad de su azul y la preciosidad de sus nubes, hoy todas ellas juntas forman una única gran mancha blanca, desde por la mañana hasta por la noche, y eso también me sorprende.

Nubes que dan un toque mágico al cielo
Nubes que dan un toque mágico al cielo y   Estrellas que ponen la guinda en la Tierra

Nubes de todos los tamaños y formas. Tanto es así que para Vega son «ovejas en el cielo», ¡así que imaginad lo esponjosas que parecen! 😉 La primera impresión me trasladó de nuevo a casa, a mi primera casa, Cádiz. Allí siguen estando mis raíces y la familia, pero he de reconocer que ‘mi casa’ la dejé en otro lugar, aunque la tierra tira y mucho. En fin, será por ser de costa que este cielo me recordó al de la Tacita, a la Isla, a las tardes de verano en el Faro de Trafalgar, a los paseos por la interminable Bolonia, me devolvió también olores que creía no poder encontrar más que allí, y con ellos la sensación de libertad. Un cielo en el que no parecía haber barreras (cuando conoces la ciudad descubres que alguna hay, pero mínima), inmenso y azul. Un espacio abierto en el que la claustrofobia, que a veces me invade, no tenía cabida.

Cuando volví a San Fernando, después de terminar la carrera, pasar por otros estudios y empezar a trabajar en Cádiz, me compré un coche, mi Micra. Cuando necesitaba salir, respirar y coger aire, recuerdo que juntos nos íbamos a Camposoto, a pasear. No importaba si era verano, otoño o invierno. Al llegar aquí y visitar una de las playas más cercanas del centro, pensé  «¡ya tengo lugar al que venir cuando me pierda!». Pero…no tengo a mi Micra, y lo de ir en bici está bien aunque, creo que ya lo he dicho, soy de naturaleza perezosa para hacer ejercicio, así que esperaré a no encontrarme de verdad para volver a visitar la playa a solas.

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        Ese cielo azul inmenso del Sur.
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          Atardecer en Zahara de los Atunes.
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                     Atardecer en Cádiz.

En Agosto y Septiembre era fácil pues encontrar maravillosos paisajes en el cielo; paisajes creados por nubes. Fuéramos donde fuéramos me quedaba embelesada mirando hacia arriba. A la pequeña parece que también le gusta eso de observar el cielo, tanto de día como de noche… es lo que tienen las Estrellas. En el parque, en la playa, desde casa, cualquier lugar es bueno para deleitarse.

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              Vistas del cielo desde casa.
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   A los pájaros también les gusta el calorcito.
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    Un cielo salpicado de blanco en las tardes.

Y si no, que se lo digan a los buenos amigos que nos visitan y para los que tampoco pasa desapercibida la belleza de este cielo.

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     Pocos pueden resistirse a fotografiarlas.       
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          Imposible no mirar hacia arriba.

Pero claro, no todo es color de rosa, ni el azul del cielo eterno. Llegó Octubre y con él se fue marchando la luz. Una mañana, al despertar, mi compañero me preguntó «¿qué tal el tiempo?», «el cielo está blanco», respondí. Su cara fue un poema y al gesto extrañado le siguió una sonrisa, junto a otra pregunta: «¿eso qué quiere decir?». Pues exactamente que estaba blanco, ni azul, ni gris, ni oscuro… BLANCO. Y así continúa. De vez en cuando se ve el sol, algo de claridad, aunque poca, seamos sinceros. Y sí, puede llegar a afectar al estado de ánimo, no ver el sol se hace duro, pero hay que buscar alicientes, porque lo cierto es que a partir de ahora nos quedan unos meses de oscuridad. Aunque, para quien no está acostumbrado a ver este tipo de cielo, también es una experiencia.

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                                    Se avecina tormenta.

Al fin y al cabo, qué es la vida si no nos dejamos sorprender por lo que vemos. Y si lo hacemos acompañados por los pequeños de la casa es mucho mejor, descubres que tu capacidad de asombro continúa viva, quizás sólo un poco dormida, pero ellos son especialistas en despertarla. Yo seguiré mirando al cielo, nunca se sabe cuándo puede pasar una Estrella Fugaz.

Feliz semana 🙂

La suerte cambia como la Luna…

¡Hola aventurer@s! Hoy os propongo un paseo por la playa, ¿os venís?.

El proceso de adaptación a un nuevo país conlleva su tiempo, al menos para mí, con todo lo bueno y todo lo malo que pueda suponer. Por eso, al poco de estar en nuestro nuevo hogar, nos marcamos una visita a la playa. Mi olfato ya recogía el olor a mar, eso lo saben bien aquellos que son de costa. El aire huele diferente, y aquí gozamos de playa aunque no de mucho calor, pero no se puede tener todo, ¡me cachis!.

Lo primero fue llegar hasta Amager Strandpark. «15 minutos en bici», eso me dijo mi querido compañero. No sé si convencido de ello o con la intención de no desanimarme, pero el caso fue que tardamos unos 47 minutejos en llegar hasta el destino. El paseo desde Frederiksberg fue agradable, todo sea dicho, aunque las manillas del reloj se movían muy lentamente y mis piernas iban notando el peso de mi enana, a la que llevaba en la bici.

"¿Hemos llegado ya?"
                                         «¿Hemos llegado ya?»

(En el próximo post os hablaré de la maravillosa Nihola, nuestro vehículo danés. Sí, he cambiado mi Micra por la ‘bici roja’, y aunque hacer deporte es lo más sano del mundo, y mis piernas lo agradecen, lo cierto es que extraño a mi pequeño escarabajo).

En fin, que me desvío del tema. Llegamos a la playa. Amager Strandpark es un precioso parque marítimo en el que puedes encontrar tanto zonas verdes como arena blanca. Goza de bandera azul y desde la playa se puede ver el parque eólico de Middelgrunden. A los niños les encanta. Era extraño… podía cerrar los ojos y sentirme en casa: pequeñas dunas de hierba, arena blanca, sol… aquello parecía Conil de la Frontera!! Y nosotros tan contentos. Al final se trata de hacer tuyos los lugares, y tu casa viajará contigo. Es genial porque así puedes tener tantos hogares quieras.

Jornada playera. ¡Había ganas!
                           Jornada playera. ¡Había ganas!

Nosotros fuimos un sábado de septiembre y el ambiente era tranquilo, había gente pero no en exceso. Incluso algun@s valientes se atrevieron a darse un baño, pero nosotros cumplimos quedándonos en bañador 🙂 Con eso ya éramos más que felices.

Porque los rayos de sol le alegran a uno el día :)
                Porque los rayos de sol le alegran a uno el día 🙂

Vega se pasó la mañana en la orilla cogiendo piedrecitas y lanzándolas al mar, no hay mayor ni mejor entretenimiento para ella, ni para nosotros el no dejar de mirarla. Ni siquiera cuando sonó la sirena del almuerzo, la pequeñaja hizo amago de acercarse. Y eso que en el picnic había tortilla de patatas y smørrebrød (pan negro con embutido). Pero ni por esas. Tuvimos que esperar un buen rato hasta conseguir que se uniera a la ‘mesa’. He de reconocer que está costando que nos haga caso. Los pequeños también notan los cambios, aunque a veces no nos demos cuenta y sean más fuertes que nosotros.

Almuerzo para un día de playa en Dinamarca
                Almuerzo para un día de playa en Dinamarca

Una vez con el estómago lleno decidimos emprender el camino de vuelta, aprovechando que nuestro pequeño terremoto comenzaba a estar cansada. La recogida se hizo mucho más llevadera, ya no había meta que alcanzar así que todo fue más relajado. Como primera toma de contacto no estuvo nada mal, aunque la próxima vez llevaremos los ‘avíos’ para hacer una barbacoa en la zona de césped. Ya veremos si volvemos antes de que el paisaje se vuelva blanco. Y si no, siempre podemos disfrutar de una buena comilona en un campo nevado. ¡Eso sí que será toda una experiencia!

Porque en la vida todo depende de cómo miremos. Todos tenemos a nuestro alrededor recuerdos positivos y negativos, fantasmas con los que luchar a diario, buenos y malos momentos, problemas que no sabes cómo resolver y alegrías que te despiertan una sonrisa y te dan fuerzas para seguir adelante y no tirar la toalla.  Con eso he intentado quedarme siempre, es lo que me da la fuerza, porque el destino y la vida son imprevisibles, «como el tiempo en Copenhague». Por eso, si brilla el sol hay que salir a la calle a celebrarlo. Y es que … la suerte cambia como la Luna.

La chance change comme la Lune
                         La chance change comme la Lune

¡Hasta la próxima! 🙂