Fabricando recuerdos

León ya sabe posar. Sí, ha aprendido sin que nadie le haya enseñado. Es verme pasar con el móvil en la mano, darse cuenta de que voy a hacer una foto y enseguida se marca una sonrisa acompañada de un ‘iiiiiiiii’ que cautiva, todo hay que decirlo, pero no es lo que quiero. Así que últimamente no hago más que desechar fotografías. Y no es que no me guste un posado porque a veces es necesario -de hecho tengo muchas fotos pensadas y preparadas (luego salen como salen, pero yo lo intento ;)- aunque prefiero, como diría el padre de las criaturas y mi compañero de viaje, «que tengan los deditos llenos de gusanitos» y cuanto más salvajes y llenos de chocolate mejor que mejor (añadido personal 🙂 🙂 🙂

En realidad es una forma divertida de verlo y llevarlo al extremo para echar unas risas porque el objetivo, mi objetivo, es captar su esencia. Sea cual sea.

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Aquí el enano me ha pillado 😉

Quiero poder recordar siempre quiénes son y cómo son cuando creen que nadie les ve, momentos que para ellos y para nosotros signifiquen algo importante y que al pasar el tiempo, cuando nos sentemos a revisar todas esas instantáneas recordemos qué hay detrás de cada una de ellas.

Como ese día, hace casi un año, en el que preparamos un cumple sorpresa para papá. La tarta, esta vez, no la hicimos nosotras. Dejamos esa tarea a expertos y fue todo un éxito, Vega quería chocolate y más chocolate y poder soplar las velas con papi. Lo mejor de aquella tarde, además del entusiasmo de la peque, la visita de los abuelos (justo a tiempo para desear un feliz cumpleaños al anfitrión y comer la tarta) y el poder celebrar un año más todos juntos fue sin duda su mirada, la mirada con la que una hija orgullosa mira a un papi genial. La foto no está encuadrada, el protagonista da la espalda a la cámara y faltamos muchos de los que estábamos…pero a mí me encanta.

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AMOR, what else?

O aquel día que nos subimos al camping de Güejar Sierra, cuando aún era el mes de mayo pero apetecía darse un buen chapuzón. León disfrutó muchísimo en el agua. Había poquita gente y estuvimos muy relajados, terminamos tomando algo en la terraza del bar y Vega jugó en el parque hasta que el sol dijo hasta mañana. Pero ese día también tuvo su momento gris. Parece que tanta vegetación no le vino muy bien a la pequeña fiera …

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Nuestra primera visita en condiciones a Fælledparken, en septiembre de 2016, quedará grabada en nuestra memoria por todo lo que sentimos, por las anécdotas vividas y en parte también gracias a la fotografía. La compañía, el sol, el picnic y el helado final que, en este caso, me zampé yo solita (y que pienso repetir en cuando el tiempo lo permita y el quiosco vuelva a abrir) bien merecen un recuerdo.

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Descalzarse y correr por este inmenso parque fue para ella una gozada

La hora del baño no suele ser la preferida de los niños, de los míos quiero decir. Pero si le echamos imaginación o ponemos la música a tope puede que la cosa cambie. El día que Vega me pidió quedarse en casa y no ir al cole porque se sentía mal pasamos parte de la mañana cantando Tómbola en la bañera (a la madre le gusta y a la hija se le ha ‘pegado’) y con fiebre por una faringitis. Ese día volví a sacar mi réflex del cajón de los recuerdos…

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Cuando al papi le llegó la foto me dijo, «ey, pero si tiene placas» 🙂 Y pobre, sí, las tenía!

Una vez desempolvada la cámara también hubo tiempo para el pequeño 🙂 Pero no, no esperéis al niño bañadito, con la cara limpia y repeinado que podría haber sacado esa foto ‘post baño’ sin problema, pero la versión ‘pre’ me gusta más.

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León y sus churretes de chocolate pasarán a la historia de esta familia 🙂

Cada 24 de Diciembre de mi infancia lo pasábamos en casa de mi abuela paterna. Al sonar las 12 de la noche apagábamos las luces y todos, sobre todo los niños, sosteníamos una bengala mientras algún adulto aparecía con la tarta de cumpleaños de mi abuela. Este año encontré las bengalas y lo hice muy lejos de Cádiz, lejos de la que fue su casa y de donde le cantábamos cumpleaños feliz . El 25 de Diciembre mi niña sostuvo esa luz que, estoy segura, llegó a donde tenía que llegar. Y a la foto, para que sea buena, le faltan y le sobran muchas cosas pero tiene lo fundamental para formar parte de nuestro álbum de recuerdos.

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Momentos, instantes y sensaciones hay miles y es imposible mantenerlas intactas y puras tal y como las vivimos en su día pero a mí me ayuda capturarlas, a veces incluso me sirve de terapia.

Ahora estoy segura de que su madre les parecerá un poco (o muy) pesada, todo el rato haciéndoles fotos, y si no es ahora lo será en breve (ya me estoy preparando para ese «ayyyy, mamá, no quiero más fotos», que llegará, sé que llegará) pero mientras tanto aprovecho, aunque con este cautivador que nos ha salido tengo más difícil la tarea.

Y todo esto para decir que no me gusta que pose, aunque me enamora con su sonrisa 🙂

Feliz semana!