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Hace casi 4 años…

Yo no quería tener hijos. O tal vez sí. En realidad era algo que sabía que al final desearía pero nunca estuvo en mis planes más inmediatos, como sí lo estuvieron otras cosas. Quería volar, viajar, alcanzar muchas metas -las cercanas, las del medio y las más lejanas-. Todo lo habido y por haber quería. Todo, menos formar una familia, no al menos a corto plazo: “para tal responsabilidad hay que estar más que preparado, ser mínimamente estable económicamente, ser fuerte, dejar a un lado los sueños, los planes, olvidarse de vivir el presente y tener la mente en el futuro”…. Todo eso creía yo que era ser mamá, algo así como renunciar ¡para qué engañarnos!. Sin embargo un día, allá por 2010 todas esas prioridades, sueños y metas cambiaron de golpe. Después de años de seguimiento y tratamiento llego el NO, el tan temido NO. Y ¿no os ha pasado que cuando os dicen que no podréis conseguir o tener algo es cuando más lo anheláis?. A mí me dijeron que me olvidara de ser mamá -mamá biológica, digo- y fue entonces cuando me asaltaron los porqués: por qué yo no puedo, por qué he esperado, por qué a mí… Esas cosas que nos preguntamos cuando no vemos la salida sin darnos cuenta de que hay otras soluciones. Entre preguntas sin respuesta, altibajos y noches en vela, mientras el proceso médico seguía su curso, nos pusimos a barajar esas otras posibilidades de dar amor, que son muchas y necesarias. Pero pese a todo pronóstico, el resultado de la cirugía salió perfecto, algo que ni los mismos médicos podían imaginar (a veces la ciencia es caprichosa para bien). Tampoco yo lo creía. Tardé meses en hacerme a la idea de que ese 99% de negatividad se había convertido en un porcentaje positivo. Era hora de intentarlo, de buscarte.

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                                     [Foto realizada por el abu hace 4 años 🙂 ]

Y aquí estamos. Hace casi 4 años conocí a mi persona favorita, la que me enseñó que sí hay cosas y sentimientos eternos, la que dio sentido a la palabra ‘SIEMPRE’. Hace casi 4 años llegaste a nuestras vidas, a la mía, y contigo todo lo bueno que ni siquiera podía llegar a imaginar. A tu lado he aprendido que ser mamá conlleva una renuncia que asumo gustosa: la de dormir poco o nada, reducir el tiempo de descanso, limitar los momentos de soledad -soy de esas personas a las que les gusta estar sola de vez en cuando, qué le vamos a hacer-, asustarme por casi todo… Pero aunque sarna con gusto no pica también contigo he sido testigo de otra realidad que afecta a las mujeres, algo que ha sido así desde el inicio de los tiempos y que por desgracia avanza a pasos de tortuga. Es algo injusto y que no imponéis vosotros, los hijos. Hablo de la renuncia de las mamás a la vida laboral, a medrar, a seguir creciendo profesionalmente … No es obligatorio, claro, pero hoy en día si eres madre y quieres ejercer como tal el tiempo necesario para tus hijos y para ti…la cosa se complica, al menos si trabajas para ‘alguien’.

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                              [SIEMPRE, qué gran palabra y qué gran suerte la mía]

Y he aquí el problema, ya que si decides trabajar por cuenta propia-montar un negocio- tampoco encuentras el apoyo necesario ni suficiente. Así que hoy, a casi 4 años de tu nacimiento, con un nuevo camino por delante y después de habérmelo pensado mucho he de decir que sinceramente, me da igual quién gobierne este país, no me gustan las siglas ni los colores y llegados a este punto la palabra de quien ostenta el poder vale muy poco para mí; el trabajo y las metas profesionales cambian de posición en la lista de prioridades en el momento en el que tienes un hijo, es así para todas aquellas que somos y nos sentimos madres (también para los padres, pero hablo desde mi posición), sin embargo el hecho de renunciar es algo que no elegimos y a lo que no queremos hacer frente, al menos yo no estoy dispuesta, ‘yo no renuncio’. No es ningún secreto que en este nuestro país una mujer lo tiene muy complicado si quiere -¿cómo es eso tan de moda? ¡Ah, sí!-: CONCILIAR, o lo que es lo mismo sentirse completa, ver crecer a sus hijos al tiempo de seguir disfrutando de su trabajo y haciendo prosperar a su país.

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Así que sólo espero, señores gobernantes, que cuando mi hija sea madre (si quiere) no tenga que renunciar a seguir creciendo como profesional, que no sea necesario pedir una reducción de jornada, con su correspondiente reducción de salario, para poder ver y criar a sus hijos, que los horarios y las jornadas continuas están establecidas en otros países y FUNCIONAN, que la baja por maternidad deje de ser ridícula, que mi hija o mi hijo, o los hijos de mi hermana, de mis amigos, de mis vecinos,… que los hijos de los españoles no tengan que dejar su país buscando un empleo y una vida que sus gobernantes son incapaces de darles.

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                 [Con un poquito más de ‘LOVE’ lo mismo cambiaba la cosa]

Ahora somos nosotros los que empaquetamos nuestra vida y nuestros recuerdos -otra vez-, y de nuevo hacemos las maletas llenas también de ilusión y optimismo. Ahora somos nosotros quienes dejamos el barco, jóvenes formados gracias al esfuerzo de padres y madres que nos convencieron de que estudiando tendríamos un futuro. Y precisamente gracias a nuestros padres y madres hoy vamos en busca del mismo, aunque sea lejos de nuestro país y de nuestra gente, porque ellos nos ofrecieron las herramientas necesarias para conseguirlo. No importa la distancia, no se nos caen los anillos y no es un lamento, de hecho nosotros tenemos suerte.

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        [«Si quiero me voy pero si me apetece quedarme… ¿qué hacemos?»]

Pero señores gobernantes, hace casi 4 años que soy madre y no quiero que la historia se repita, no quiero que mis hijos tengan que hacer las maletas, no al menos si no es lo que desean, que lo hagan si quieren pero no porque no tengan otra opción. Así que, señores gobernantes, sean del partido que sean -ya les digo yo que eso me da igual-, hagan lo que tienen que hacer, gobiernen y dirijan el barco a buen puerto. ¡Y ojo! Háganlo rápido porque este país que tanto queremos se nos hace viejo.

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   [El camino hay que saborearlo aunque haya sentimientos encontrados]

Y dicho esto, gracias a mi persona favorita hace casi 4 años que tengo -tenemos- más sueños, más ilusiones, más ganas y menos metas, porque Vita via est; la vida es un camino y hay que disfrutar de cada paso, poco a poco, sin prisas por llegar a ninguna parte. Si antes era capaz de todo puedo asegurar que ahora no hay quien me pare, porque soy mamá -la vuestra- y, ¡madres del mundo!, a nosotras no hay quien nos pueda 🙂

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                                                [Hace casi 4 años…]

Yo era de las que por voluntad propia no quería tener hijos y ahora no concibo mi vida sin ellos. Me sentía satisfecha antes y me siento feliz ahora. Sólo hay una cosa que cambia y es que sobre mis principios, mis sueños, mis retos o mi vida está la suya, la de los dos. Y es cierto, ¡vaya responsabilidad! Da vértigo, para qué negarlo, pero por eso soy más capaz y tengo menos miedo (y más, según el momento y la circunstancia) porque no importa lo que pase o el tiempo que pase, por ellos todo irá bien, SIEMPRE.

Hace casi cuatro años que lo cambiaste todo, que lo pusiste del derecho, que le diste un nuevo sentido a la vida y me enseñaste el camino…y hoy no encuentro mejor motivo para volver a escribir.

Las chicas son guerreras

Princesas, sí, pero guerreras. Al menos así somos las chicas en esta casa. La mamá lo ha sido siempre y la pequeña vikinga ha tenido a bien heredarlo, y digo a bien porque le va a hacer falta en la vida. Que no se me entienda mal, o a ver si puedo explicarme mejor: guerrera no como sinónimo de ‘peleona’, más bien de fuerte, valiente, terca también a veces pero a sabiendas de que si quiere puede y podrá. Y yo lo único que espero es que quiera lo que quiera, luche por lo que luche, que lo haga convencida de que será su felicidad. Y si no lo es, a otra cosa mariposa. Ojalá adquieran, tanto ella como él, esa capacidad que pocos poseen y yo envidio.

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El párrafo, un poco ñoño, me sirve para introducir este post que llega un poco tarde como inauguración del 2016. Tres meses sin contaros nada son muchos meses, y no por falta de temas, que es lo peor; más bien por todo lo contrario. Sin embargo, han sido y son tantas las situaciones vividas que no sabría por dónde empezar. Aún hay ideas intentando organizarse en mi cabeza así que, hasta que el tetris de pensamientos no esté en su sitio, prefiero no tocar nada… Ahora mismo todo es un poco caos!!

Los planes con los que empiezo este año son los mismos que me acompañaban en la despedida al 2015. 365 días que nos regalaron a nuestro pequeño León y muchos momentos únicos, tanto buenos como regulares.

Por eso, mi propósito para este 2016 es volver a tomar conciencia de quién soy. No es que no lo sepa sino que pocas veces me dedico tiempo, y últimamente me he perdido un poco. Es algo que nos pasa a casi todos y todas, nos preocupamos tanto y tan a menudo por lo que ocurre a nuestro alrededor que nos dejamos ir. Dos veces en mi vida he tenido pleno conocimiento de mi ser, de mi persona y de mis anhelos. Conocimiento de lo que quiero y de lo que ando persiguiendo, eso a lo que no llego jamás porque me empeño en lo que la vida, la sociedad, la cultura  o yo misma a veces he creído que era lo mejor. Y tal vez lo haya sido, pero ¿era lo que quería? La segunda de esas veces en la que me encontré conmigo misma, de frente y sin máscaras, fue gracias al yoga y la meditación. No tengo aquí a Sandra para ponerme las pilas pero prometo empezar a remediarlo 🙂

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Debería ser el momento de poner en práctica eso que espero que hagan mis hijos el resto de sus vidas: ser felices consigo mismos. Así que el mejor momento para coger aire profundo y emprender nuevas ideas es ahora, porque además el tiempo para llevarlo a cabo se me ha planteado así, solito, sin que haya tenido que hacer nada. Vamos pues a cambiar el rumbo, que no la compañía. Cambios pequeñitos, que darse un gusto de vez en cuando no hace daño. Podríamos establecer un décalogo de buenas intenciones para con nosotros mismos en este 2016. El mío sería algo así:

1.Recuperar los buenos hábitos adquiridos en el frío y precioso norte de Europa. Desayunar bien no puede ser una excepción, tendrá que convertirse en la norma número 1 de cada día. Y si además de rico es bonito, mejor que mejor.

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2.En mi agenda, a partir de ahora, habrá tiempo para más paseos, más aire puro, más escritos, más lecturas, más dejar volar a los pensamientos y caminar a los pies.

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3.Rodearme de cosas bonitas y bien hechas, inspiradoras. Norma obligatoria porque ¡cómo cambia la historia cuando al mirar a tu alrededor todo está hecho con gusto! Olé por los rincones con encanto.

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4. No agobiarme más de la cuenta cuando las cosas no salgan como pensaba. Y sobre todo, no descargar la furia contra quien nos coge de la mano cada día y camina a nuestro lado.

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5. Importante. Más susurros y menos gritos, más paciencia y menos prisas. Más abrazos, más canciones, más música, más silencios y menos palabras vacías. Porque la suerte también depende de cómo afrontemos la vida. Y ellos serán mañana como somos nosotros ahora.

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6.Fundamental, más calidad en el tiempo que pasamos juntos y más tiempo que pasar en familia.

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7. Levantarse y acostarse SIEMPRE con una sonrisa. Hay motivos más que suficientes.

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8.Menos retos y menos metas. Tomarse con calma los días. Es difícil estar a merced de ‘lo que venga’, y aunque hay que seguir trabajando para conseguir una correspondencia entre ‘lo que venga’ y ‘lo que queremos conseguir’, prometo intentar abrazar los cambios con menos angustia y con más calma. Nunca con resignación. Pero asumir que no todo está en nuestras manos y que no tenemos el control, seguro me hará más libre. Porque no todo puede ser como pensábamos que sería, muy probablemente sea aún mejor. El truco está en no dejar de caminar, por donde sea y como sea, seguir adelante y disfrutar de cada paso.

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9.Si no se puede llevar el timón, lo mejor es dejar las melenas al viento e ir donde nos lleve el destino…

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10.Sea donde sea, sea como sea… juntos es mejor. Bienvenido 2016. Aquí estamos, para lo que gustes.

Lo dicho, son buenas intenciones 😉 Ahora a ponerlo en práctica. Os iré contando!!!

Besos!

Y tener la oportunidad de comenzar de cero…

¿Quién dijo que cambiar de vida fuera fácil? Todos hemos deseado hacerlo alguna vez, eso es seguro. ¿Quién no ha soñado con empezar de cero? Yo, al menos, lo hacía continuamente. Pero no es lo mismo soñarlo que ver cómo esa utopía se va haciendo realidad, y además a un ritmo vertiginoso, casi sin tiempo de reacción.

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                        Con la mochila cargada de recuerdos

Fui consciente de ello en esta parada de bus, sólo dos horas después de pisar tierra danesa. Hasta ese momento, me había limitado a dejarme llevar. Pero ese día, en ese instante, me di cuenta de que todo había cambiado. Para bien o para mal, eso ya es cuestión de cómo gestione cada uno las situaciones. He de reconocer que al principio me bloqueé. Algo muy humano, por otra parte, y es que no aprendemos. Soy de las que suele tropezar una y otra vez con la misma piedra. Terca o tenaz, según se mire.

primeros momentos
                                             Primeros momentos

Era agosto, pero llovía como si fuera el mes de noviembre en España, apenas habíamos dormido la noche anterior y mi cabeza no dejaba de preguntarse «¿qué haces tú aquí?». El sol no nos dio la bienvenida hasta pasados unos cinco días, los mismos que esa maldita pregunta decidió hacer nido en mi mente. Pero la vuelta del buen tiempo y el cambio de ‘chip’ me permitieron comenzar a vivir y disfrutar de esta aventura, como muchos lo llaman. Una etapa de crecimiento personal y familiar, nunca mejor dicho. Y fue entonces cuando inicié el descubrimiento de esta tierra mágica en la que la naturaleza está tan presente que a veces nos traslada a paisajes de ensueño. Comprender aquí lo esencial es mucho más fácil, explicarle a tus hijos el cambio entre las estaciones es tan sencillo como pasear con ellos por el parque y mirar los árboles, las hojas, los pájaros que marchan hacia un lugar más cálido…Un lugar en el que los niños son lo más importante – como debe ser- y  en el que el tiempo parece detenerse para permitirnos saborearlo. Estoy aprendiendo a mirar de nuevo y a reencontrarme. Creo que me estaba perdiendo.

piscinas en el parque
                                                    Con luz propia….

Y mirando y mirando, he descubierto lo maravillosas que pueden ser aquí las nubes. Fue algo que me llamó la atención desde que aterrizamos en CPH. Bueno, en realidad, cuando se marchó la lluvia y el cielo comenzó a abrirse. Las hay de todas las formas posible, y de todos los tamaños. Parecerá una tontería pero este cielo es aún más inmenso. He empezado a maravillarme con pequeños detalles que creía olvidados, a darle importancia a hechos o situaciones en las que antes no me percataba. Aquí, el contacto con la tierra y el desapego a lo material prima. Aunque reconozco que echar de menos es algo en lo que soy especialista. Y la melancolía es otra de mis debilidades. Pero un ‘break’ es un ‘break’.

Ya no me sorprende ver a alguien descalzo por la calle o encontrar a los niños desnudos bañándose en una fuente. O ver cómo en el quinto piso dos chicas se sientan en el borde de la ventana tomando una cerveza y disfrutando de los escasos rayos de sol que ,un día en concreto, se hacen visibles. Quieren sacar el jugo a los buenos momentos, sentir el contacto con la tierra, notar el calorcito en la piel o la lluvia, en su caso. Lo importante es apreciar lo que tenemos cuando lo tenemos.

¡Mirar de forma positiva o negativa lo que estamos viviendo lo cambia todo por completo! Ahora, cuando paso por delante de esa parada de bus no puedo, cuanto menos, esbozar una pequeña sonrisa. Lo primero que me viene a la cabeza ya no es la lluvia ni la pena de aquel día.  La voz de mi enana cantando aquella mañana, en su cochecito, bajo el impermeable, a pesar del cansancio y de los cambios… eso es lo que me hace sonreír 😉